sábado, 18 de septiembre de 2010

Sonata Soledad

(Dirigida por Armando Robles Godoy – Perú 1987)

Primer Movimiento: Tempo

Es una zona solitaria, llena de cerros, el ruido del viento se apodera de la sala. Un hombre camina entre las piedras, él de pronto observa a un hombre y una mujer dándose picos en los labios, en la quijada, un poco cerca al cuello. Sigue caminando, ahora la pareja está dándose besos y acariciándose los brazos en el suelo de un bosque. El hombre que mira todo esto pareciera que todo lo que observa son recuerdos de su niñez, es decir, ahí no hay ninguna pareja, sencillamente son sus recuerdos.

El hombre sigue caminando, llega a un bosque donde se sienta y contempla a unos niños correr desnudos y siendo perseguidos por un sacerdote. Uno de los niños se cae al piso y el sacerdote le resondra. El hombre observa la escena, es parte de sus recuerdos ya que él era ese niño.

El hombre escucha una misa del sacerdote que vimos un rato antes, este habla a los feligreses:

“El amor de Dios no es como el amor del hombre porque el amor de Dios es puro, es casto, es desinteresado. Mientras que el amor de los hombres está contaminado de egoísmo, de las más bajas pasiones, de los deseos más innobles y sobre todo está contaminado de placer. El amor de los hombres depende del placer y debemos recordar amados hermanos en Jesucristo nuestro señor que ahí donde impera el placer no puede haber amor, que ahí donde impera el placer impera también el egoísmo, que ahí donde impera el placer acecha el pecado”.

El hombre lee un libro en el bosque, dos jóvenes mujeres pasan corriendo y entre bromas le quitan el libro. Una pareja se besa junto al río, se besan junto a la puerta de una casa.

El sacerdote conversa con el niño.
Sacerdote: ¿Cuántas veces lo hiciste?
Niño: Cuatro, padre.
Sacerdote: ¿En cuánto tiempo?
Niño: Ayer por la tarde
Sacerdote: ¿Las cuatro veces?
Niño: Si, padre

¡Son todos unos pajeros! dice el profesor de tiro al blanco al niño y a sus compañeros de clase. Los chiquillos se corren la paja y son felices. El sacerdote sigue conversando con el niño.
Sacerdote: ¿Qué haces para luchar contra las tentaciones?
Niño: Nada, padre.
Sacerdote: ¡No luchas! …¿Y te entregas al pecado con deleite?
Niño: ¿Qué quiere decir padre?
Sacerdote: ¿Qué si te gusta?, ¿Qué si lo haces con placer?
Niño: Si, padre
Sacerdote: Y ayer ¿Hubo derrame?
Niño: Si, padre
Sacerdote: ¿Las cuatro veces?
Niño: Si, padre
Sacerdote: ¿Te arrepientes de todo corazón?
Hombre: No, padre

El primer movimiento termina con el hombre en un vagón de tren detenido, la música suena y por más que hay gente a su alrededor, se siente una sensación de soledad.

Segundo Movimiento: Contrapunto

Un joven maneja su camión por un camino afirmado en un territorio de Sierra, va acompañado por una mujer que duerme. Se detienen frente a una casa alejada, ahí un hombre mayor escribe en su máquina de escribir dos palabras “renuncia irrevocable”. El camionero baja con la mujer y se internan en la casa, no encontrando a nadie. El escritor también con su esposa salen hacia el camión y tampoco encuentran a nadie. Se entrecruzan en ese momento pero en realidad entrecruzan en el tiempo porque son las mismas personas. Llama la atención que cuando el escritor se interna en el camión hay una radiograbadora, la cual prende y se escucha la voz de una mujer que dice: “No se lo que siento, será porque ya no siento nada”.

Tercer Movimiento: Variaciones

Un hombre maduro filma una película con dos protagonistas, un hombre y una mujer. Las escenas no le salen como él quiere, se queja. La mujer irradia harta coquetería que llama la atención su actitud, rato más tarde la vemos acostándose tanto con el director como con el protagonista principal. A los dos les dice que quiere tener hijos con ambos. Escenas más tarde también dice que ella no puede hacer determinadas cosas porque su destino es morir. En efecto muere luego de beber un vaso con una pócima especial para la muerte ligera y tranquila, preparada especialmente por el hombre maduro. Ya en su ataúd se ve a la mujer completamente sola, nadie la acompaña en su momento final.

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