Percy:
Te encanta ¿no? Yo no sé comer tanta fruta. Mi estómago pide carne, entre otras
cosas.
Marina: Cuando era pequeña, yo
odiaba las frutas. Las odiaba.
Percy:
¿Si?
Marina: Si. Mi padre me
obligaba a comerlas.
Percy:
Pero eso está bien.
Marina: No. Me obligaba a
golpes.
Percy:
¿Era duro contigo?
Marina: Era una bestia. Yo
siempre intentaba engañarle, escondía las frutas y cuando no me veía las tiraba
a la basura.
Percy:
Y ¿Cómo es que te gustan ahora?
Marina: Mi padre murió cuando
yo tenía 15 años. Me acuerdo que lo enterramos y esa misma noche cuando
llegamos a casa lo primero que hice fue coger todas las frutas que encontré y
las tire a la basura. Pero cuando estaba por echar unos duraznos, es raro, pero
de pronto sentí ganas de morder uno.
Percy:
¿Y?
Marina: Me pareció la cosa más
dulce que había probado en toda mi vida. Te parecerá que estoy loca.
Percy:
No.
Marina: Todos los que me
conocen, lo piensan. Hasta yo misma lo he pensado. Algo anda mal en mí. Es que
acaso no te has dado cuenta, todo lo hago mal. Siempre me equivoco.
Percy:
Marina te puedo hacer una pregunta. ¿Por qué estabas en el entierro de Gino? No
te pido cuentas de nada, pero para que te voy a mentir. Esa noche los vi
bailando juntos en la fiesta de la plaza.
Marina: ¿Estabas ahí?
Percy:
Dime ¿él te gustaba?
Marina: No, gustarme no. Era
divertido, pero para un rato. Yo creo que se confundió conmigo. Al día
siguiente a la fiesta vino a buscarme a mi casa como si fuera su novia. Me
imagino que pensaba que tenía derechos sobre mí por el hecho de haber estado
conmigo. Practicamente lo eche de mi casa. Me da pena. Fue la última vez que lo
vi……. ¿Qué quieres saber? …..¿Si me acosté con él?
Percy:
¿Lo hiciste?
Marina: No.
Percy:
Esta bien, no te vuelvo a molestar con eso.
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